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domingo, 22 de enero de 2017

Incendio

Fuego. Dos fósforos. Un simple roce encendía la chispa.
Una chispa capaz de iniciar el mayor de los incendios.
Y no había extintor que apagara su fuego.
Se consumían beso a beso.
Con cada jadeo la superficie quemada aumentaba.
Peligro inminente. El tiempo se agotaba.
Pero daba igual.
Avivados por el alcohol ardían, como la pólvora,
en busca de la explosión final.
La pasión y el humo comenzaban a intoxicarlos,
no había vuelta atrás.

Apuraron la última bocanada de oxígeno,
se rindieron a esa última llama.

martes, 6 de diciembre de 2016

Prólogo

Libro cerrado, temerosa de dejarse ver.
De vez en cuando se entreveían un par de palabras, una frase, un párrafo.
Si tenías suerte, una página.
Y entonces nada coincidía, todo perdía el sentido.

La máscara caía en pedazos,
una ola rompía en la roca que había decidido ser,
llevándose todo rastro de las apariencias.

La portada desaparecía,
y el prólogo solo mostraba un poco,
lo mínimo de su mundo complejo
que con tanto celo habría logrado esconder.

Pero así, al desnudo, no se estaba tan mal.

Sincera. Sin miedo.
Con complejos, pero en cierto modo segura.
Segura de dar un paso adelante,
un paso para empezar a ser feliz.

¿Feliz?


Actúa

8 a.m.

El invierno empezaba a dejarse notar. Una fina capa de rocío cubría los coches, y todo estaba cambiando.
La chica de la cazadora vaquera había desistido, al fin, y se había rendido ante el frío. Ahora llevaba un abrigo del color de la arena tras una noche de lluvia. Le sentaba bien. Uno de sus amigos la miraba de una forma especial, pero todavía no se había dado cuenta.
El chico tímido que se refugiaba de la multitud tras la pantalla de su móvil era el único que no llevaba guantes. Sus manos parecían agrietarse tras cada movimiento, pero prefería esas heridas que cruzarse con la mirada de algún extraño. Tendría quince o dieciséis años, y cada mañana dudaba entre pedir ayuda o no, en busca de una señal. Ojalá algún día se atreviera a dar el paso.
Algo más apartado, en busca del cobijo que ofrecía el portal de aquel viejo edificio, estaba él. Pasaba desapercibido entre las sombras, pero cada mañana llegaba y se colocaba en el mismo sitio, esperando a que llegara el momento. Impaciente, bailaba al ritmo de la música que sonaba en sus auriculares. Hoy parecía que The Black Keys interpretaban Lonely boy.
Siempre había sido un niño feliz. Cuando creció se rodeó de buenos amigos, algún amor de verano y varias historias de fin de semana. Se había desecho de las ataduras, y le sobraba el desparpajo. Su sonrisa torcida hacía el resto. Nunca había fallado, hasta ahora.
Ahí llega, pensó. Con las mejillas sonrosadas por el frío, aunque también por la carrera, pasaba por su lado su "chica desconocida". Llevaban años cruzándose, pero nunca habían hablado. Su pelo, largo, ondeaba al viento frío que soplaba a primera hora de la mañana. Un aura de libertad la rodeaba, le invitaba a acercarse al fin.
Dudas, y más dudas. Su desayuno diario.
Entonces, ella se giró. Levantó la vista, esperanzado, pero su mirada pasó de largo.
El semáforo se puso en verde y llegó el autobús, aunque para él estaba de nuevo en ámbar. Subió y se sentó en uno de los primeros asientos.
Poco después entró "su-no chica del bus". Avanzaba, segura, dejando un rastro de su perfume. Él suspiró, rindiéndose, mientras afirmaba, como cada mañana, que aquello era una locura, que no tenía sentido pensar en una desconocida, que debía dejar de soñar con una historia más propia de Hollywood que de la vida real.
Lo que él no sabía es que ella, dos asientos más atrás, observaba los rizos que el cabecero permitía ver de él, que escuchaba Lonely Boy mientras recordaba esa sonrisa torcida que había visto de soslayo, porque su timidez no le había permitido ver más. Y que, por paradójico que sonara, él también era su chico del bus.

miércoles, 12 de octubre de 2016

Tormenta

Lanzabas misiles. Tus tanques destrozaban todo cuanto te rodeaba. Y no te dabas cuenta.
Siempre habías soñado con ser el capitán del barco, con llevar tu navío a través de aguas exóticas, pero te había atrapado la tormenta.
Una tormenta que se convertía a día en huracán, en el peor ciclón.
La única luz que encontrabas era la de los relámpagos, y en los escasos instantes que el cielo quedaba iluminado tratabas de volver a poner rumbo a tu travesía. Pero era inútil.
El viento luchaba en tu contra. La lluvia te golpeaba, violentamente. Y tú, cansado de tanta lucha, dejabas de resistirte. Que el destino marque el camino, dijiste.
Y allí te perdiste. Entre casiopea y perseo, a punto de llegar a tu estrella polar.

martes, 14 de junio de 2016

Aleph

Tus ojos son mi aleph.
Puedo observar el universo en ellos. Desde ese niño que acaba de despertarse emocionado porque hoy es su primer partido de fútbol como titular del equipo, hasta aquella pareja de ancianos en el parque que entrelazaban sus manos con más ternura de la que jamás he visto.
Puedo ver cómo un águila despega en su último vuelo y cómo la crisálida se convierte en mariposa. 
En ellos puedo sentir el murmullo del mar en sus días de calma, pero también su tempestad en los que no arrecia la tormenta. Puedo apreciar el olor a hierba recién cortada, lo especial del tacto de un libro antiguo, la sensación de calidez del sol en un día de verano.
A través de ellos, además, dejas ver un pedacito de ti. De tus alegrías, de lo que te emociona, de aquello que amas... pero también de tus temores más profundos, de tus penas más escondidas y de un pasado que procuras no mencionar, pero que todavía te atormenta.
Son una puerta a un universo inexplorado. Un universo que te esfuerzas en proteger de los extraños, temeroso de que alguien lo quiebre, de que alguien rompa su estabilidad. Un universo que recorrería sin pensármelo dos veces, aunque cupiera la posibilidad de salir herida, porque estoy segura de que merecería la pena. Un universo reflejado en unos escasos centímetros. La concentración del todo. El Aleph.

lunes, 16 de mayo de 2016

While my guitar gently weeps

Marioneta de seis cuerdas. Cobras vida en cada una de tus melodías, dejando al descubierto tu alma, tus tristezas, tus anhelos y alegrías.
Enhebras una a una las notas que dan rienda suelta a tus sueños y, vuelas, cada vez más alto, do re mi, más allá de los problemas, fa sol la, hasta dar lo mejor de ti, si, do y re, y así, vuelta a empezar, en una armonía sin fin, donde olvidas que eres una simple marioneta y alcanzas la versión más afinada de ti. 



martes, 23 de febrero de 2016

M

Frágil como una pompa de jabón. Parece que le gusta el pop, pero es más de rock and roll.
Trata de pasar desapercibida, no le gusta llamar la atención. 

Sólo sus amigos la conocen. Es un huracán. 
Jueves noche. Esa canción es de los 80! Se sabe la letra, canta alto, se cree la estrella de la pista. De repente recuerda su timidez, pero enseguida la desecha. Su locura puede con ella.
Todo mejora con una Estrella, todavía más con una 1906. Se olvida de los convencionalismos, de sus miedos e inseguridades. Termina el botellín, a morro, y sube a la barra. Ahora es un micrófono, y ella se cree la mismísima Aretha Franklin. You better think! - corea. Le siguen canciones de Queen,  Beatles, Stones... y hasta se atreve con los Guns' o ACDC. 
Da igual que vaya por la calle más concurrida de la ciudad o que esté en el coche de viaje, convierte cada momento en una escena de un videoclip. 

Y así es feliz.



A veces es más fácil hablar en tercera persona.